La
catástrofe del medio ambiente en México rara vez es abordada por los medios de
comunicación con seriedad o consistencia, y siempre es minimizada por las
autoridades.
México
es un país mego diverso, calificación que comparten sólo 11 países del mundo.
En esos países se concentra entre 60 y 70 por ciento de las especies del planeta,
y 10 por ciento de ellas pueden ser encontradas en México. Todavía.
En
febrero murieron 300 mil mariposas monarca en el Cerro de San Andrés,
Michoacán, por causa del frío. La atribución fue correcta, pero lo no
mencionado por quienes abordaron el problema es que una helada es más mortífera
cuando un bosque se convierte en una isla en medio de un mar de deforestación.
Es decir, la falta de árboles alrededor de ese bosque permitió la penetración
del frío con toda su intensidad. Y los árboles faltan porque han sido talados.
A
esos permisos de tala legalizada en terrenos protegidos hay que sumar la tala
clandestina, ejercida todos los días en todos los rincones del país. Se estima
que 50 por ciento de la madera en el país proviene de la tala ilegal. Por el
motivo que sea, se deforestan cada año alrededor de 700 mil hectáreas, y por lo
menos 367 áreas boscosas y selváticas en 23 estados están a punto de perder sus
recursos forestales.
Junto
con Indonesia, México es el país que más rápidamente se está deshaciendo de su
cubierta vegetal, la cual no sólo cae por la agricultura de roza–tumba–quema y
la sobrexplotación forestal, sino últimamente para encubrir delitos forestales.
Por
ejemplo, en las áreas al sur de la península de Yucatán, la caoba sigue siendo
extraída, a pesar de ser un delito. Para borrar las huellas de la tala, se
prende fuego a la selva.
También
hay una relación estrecha entre la deforestación y el cultivo de enervantes.
Algunos
ecosistemas la pasan peor que otros. Si las selvas tropicales la pasan mal, los
humedales, la vegetación de dunas costeras y las selvas bajas su perennifolias
son destruidos a una velocidad mucho mayor.
La
erosión ha degradado al menos 64 por ciento de los suelos del país, si bien
este porcentaje es considerado conservador.
Son
raros y excepcionales los cuerpos de agua dulce que no se convierten en
drenajes o basureros, y entre 75 y 93 por ciento del total nacional presentan
contaminación de algún tipo.
Fuera
de algunas reservas y parques nacionales, la mayor parte de las áreas naturales
protegidas lo son sólo en el papel, pero siguen siendo objeto de explotación
forestal y cacería, por lo menos.
Recientemente,
se creo un santuario para la ballena gris en el Mar de Cortés, misma región
donde la Vaquita Marina, la mayor marsopa del mundo, está casi extinta. Esto
es, se crea un área protegida por decreto, pero rara vez se hace algo más por
la protección de las especies ahí resguardadas. En otras reservas continúa la
depredación de los recursos, y los guardias forestales o ecológicos tienen que
enfrentarse desarmados a cazadores furtivos, traficantes de especies y sus
protectores gubernamentales. No pocas veces los enfrentamientos dejan a los
guardias heridos e incluso muertos, cuestión que suele recibir nula atención de
los medios. Del total de áreas naturales protegidas del país, todas tienen
pocos recursos, y 36 de ellas carecen totalmente de ellos.
Políticas
insensatas que en la práctica impiden la creación de criaderos de animales
silvestres y viveros de flora amenazada, sobre todo cactáceas – 70 por ciento
de las especies mundiales de cactáceas se encuentran en México –, tienen a
varios ejemplares de la flora y fauna mexicana al borde de la extinción, por la
carencia de vedas realmente vigiladas y la presencia en todo el territorio
nacional de grupos de cazadores furtivos nacionales y extranjeros.
En
el sur y este de la Península de Yucatán, incluso en el territorio de reservas
de la biósfera y parques nacionales, continúa la cacería de animales
silvestres. Sus poblaciones, diezmadas, presentan ya signos ominosos de
endogamia. Varias especies endémicas, es decir, existentes sólo en México, han
sido extinguidas, como el pájaro carpintero imperial, la paloma de la isla
Socorro, la tortuga blanca, el alce, el bisonte, dos especies de nutrias, entre
otras. En México se consideran amenazadas 118 especies de mamíferos, 323 de
plantas, 61 de peces, 42 de anfibios, 122 de reptiles y 122 de aves. En peligro
de extinción se encuentran 122 especies de plantas, 45 de mamíferos, 56 de
aves, 16 de reptiles, 7 de anfibios y 59 de peces.
Con
todo, continúa el tráfico de especies silvestres. Las guacamayas verdes y roja,
el loro cabeza amarilla, los felinos pequeños como el ocelote y el tigrillo,
siguen siendo cotizados por personas que ignoran o a quienes no importa el
sacrificio de enormes cantidades de animales y la destrucción de su hábitat
para saciar un simple gusto. Para que un mono araña pueda convertirse en mascota,
hay que criarlo junto a los humanos desde pequeño, lo cual implica que los
cazadores maten a la madre y, en ocasionen, hieran al resto del grupo de monos.
Los
puntos de compra y venta son bien conocidos por las autoridades, y entre ellos
destacan el Mercado de Sonora en la Ciudad de México, y Charco Cerrado, en San
Luis Potosí, si bien sólo son los ejemplos más visibles.
El
manejo de la basura y de todos los residuos, peligrosos o no, es inadecuado.
Inspectores son sobornados para permitir la descarga de aguas no tratadas en
cuerpos de agua. En el documento "Cruzada por los Bosques y el Agua",
la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales precisa que el 78 por
ciento de las aguas residuales municipales y el 85 por ciento de las industriales
se vierten sin recibir tratamiento alguno. Sólo 25 por ciento de la basura
generada cada día – poco menos de 84 mil toneladas – es depositada en un
relleno sanitario, mientras que el resto es quemada o dejada al aire libre,
arrojada a barrancas, lagos, ríos o el drenaje urbano.
Aunque
muchos ciudadanos y agrupaciones han tratado de revertir estos daños a través
de distintas acciones, la falta de una acción gubernamental bien coordinada se
contrapone a lo logrado por estas personas.
Con
el pretexto de problemas más urgentes y falta de tiempo, los gobernantes
irresponsables consideran la solución de problemas ambientales como alejados o
excluidos de la elevación del estándar de vida de la población, que de
cualquier modo no se ha presentado en México desde finales de los años sesenta.
Pero como el daño es más extenso de lo que puede percibirse a partir de
informes oficiales – más bien oficiosos – y del panorama que dan los medios, el
futuro está no sólo comprometido, sino amenazado.
México
todavía ocupa el primer lugar mundial en reptiles, el segundo en mamíferos y el
cuarto en anfibios y plantas. Pero fuera de proyectos autogestión como el del
ejido Tres Garantías de Quintana Roo y algunos otros, la conservación no son visto
como importantes, a pesar del auge del ecoturismo y del gran potencial del país
para esta actividad.
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